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TEXTOS DE FRIEDRICH NIETZCHE
VALOR
DE LOS VALORES MORALES.
¿Cuál es el valor de los valores morales? O en otros
términos ¿cuál es el origen y la función de la valoración moral? Sobre esta
interrogante crítica reposa el proyecto nietzscheano de elaborar una genealogía de la moral, proyecto someramente
indicado en el siguiente pasaje:
“Este problema del
valor de la compasión y de la moral de la compasión (–yo soy un adversario del
vergonzoso reblandecimiento moderno de los sentimientos –) parece ser en un
primer momento tan sólo un asunto aislado, un signo de interrogación solitario;
mas a quien se detenga en esto una vez y aprenda a hacer preguntas aquí le
sucederá lo que me sucedió a mí: –se abre una perspectiva nueva en inversa, se
apoderara de él, como un vértigo, una nueva posibilidad, surgen toda suerte de
desconfianzas, de suspicacias, de miedos, vacila la fe en la moral, en toda
moral, –finalmente se deja oír una nueva
exigencia. Enunciémosla: necesitamos una crítica de los valores morales, hay
que poner una vez en entredicho el valor mismo de esos valores– y para esto
se necesita tener conocimiento de las condiciones y circunstancias de que
aquéllos surgieron, en las que se desarrollaron y modificaron (la moral como
consecuencia, como síntoma, como máscara, como tartufería, como enfermedad,
como malentendido; pero también la moral como causa, como medicina, como freno,
como veneno), un conocimiento que hasta ahora ni ha existido ni tampoco se la
ha siquiera deseado. Se tomaba el valor de esos “valores” como algo dado, real
y efectivo, situado más allá de toda duda; hasta ahora no se ha dudado ni
vacilado lo más mínimo en considerar que el “bueno” es superior en valor a “el
malvado”, superior en el sentido de ser favorable, útil, provechoso para el hombre como tal (incluido el futuro
del hombre). ¿Qué ocurriría si la verdad fuera lo contrario? ¿Qué ocurriría si
en lo “bueno” hubiese también un síntoma de retroceso, y asimismo un peligro,
una seducción, un veneno, un narcótico, y que por causa de esto el presente
viviese tal vez a costa del futuro?
¿Viviese quizá de manera más cómoda, menos peligrosa, pero también con un
estilo inferior, de modo más bajo? … ¿De tal manera que justamente la moral
fuese culpable de que jamás se alcanzasen
una potencialidad y una
magnificencia sumas, en sí posibles, del tipo de hombre? ¿De tal manera que
justamente la moral fuese el peligro de los peligros? …”
NIETZSCHE (LA GENEAOLGIA DE LA MORAL (prólogo), Alianza Editorial, Madrid).
COTRA
LA IDEA DE RESPONSABILIDAD Y VOLUNTAD LIBRE.
En el siguiente fragmento de El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche se insurge contra la idea
de voluntad
libre tomada
como fundamento de la responsabilidad ética, y denuncia en ella un intento de
culpabilización:
“Hoy no tenemos ya
compasión alguna con el concepto de “voluntad libre”: sabemos demasiado bien lo
que es –la más desacreditada artimaña de teólogos que existe, destinada a hacer
“responsable” a la humanidad en el sentido de os teólogos, es decir, a hacerla dependiente de ellos… Voy a
exponer aquí tan sólo la psicología de toda atribución de responsabilidad –. En
todo lugar en que se anda a la busca de responsabilidad suele ser el instinto
de querer-castigar-y-juzgar el que
anda en su busca. Se ha despojado de su inocencia al devenir cuando este o
aquel otro modo de ser es atribuido a la voluntad, a las intenciones, a los
actos de la responsabilidad: la doctrina de la voluntad ha sido inventada
esencialmente con la finalidad de castigar es decir, de querer-encontrar-culpables. Toda la vieja psicología, la psicología
de la voluntad, tiene su presupuesto en el hecho de que sus autores, los
sacerdotes colocados en la cúspide de las viejas comunidades, querían otorgarse
el derecho de imponer castigos: –querían otorgarle a Dios ese derecho… A los
seres humanos se los imagino “libres” para que pudieran ser juzgados,
castigados–, para que pudieran ser culpables:
por consiguiente, se tuvo que pensar
que toda acción era requerida, y que el origen de toda acción estaba situado en
la consciencia (–con lo cual el más
radical fraude in psychologicis
en cuestiones psicológicas quedó convertido en principio de la psicología
misma…) Hoy que hemos ingresado en el movimiento opuesto a aquél, hoy que sobre todo nosotros los inmoralistas
intentamos, con todas nuestras fuerzas, expulsar de nuevo del mundo el concepto
de culpa y el concepto de castigo y depurar de ellos la psicología, la
historia, la naturaleza, las instituciones y sanciones sociales, no hay a
nuestros ojos adversarios más radicales que los teólogos los cuales, con el
concepto de “orden moral del mundo”, continúan infectando la inocencia del
devenir por medio del “castigo” y la “culpa”. El cristianismo es una metafísica
del verdugo…”
NIETZSCHE (CREPUSCULO DE LOS IDOLOS. Alianza Editorial, Madrid).
ANUNCIO
DEL SUPERHOMBRE.
El ideal del superhombre
y la especial evaluación del hombre que conlleva, se dibujan apasionadamente en
los discursos que Nietzsche pone en boca de Zaratustra.
El siguiente texto resume enfáticamente la intención de la contra-moral
nietzscheana:
“Yo os enseño el superhombre. El hombre es
algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo?
Todos los seres han
creado hasta ahora algo por encima de ellos mismos: ¿O queréis ser vosotros el
reflujo de esa gran marea, y retroceder al animal más bien que superar al
hombre?
¿Qué es el mono
para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el
hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa.
Habéis recorrido el
camino que lleva desde el gusano hasta el hombre, más mono que cualquier mono.
Y el más sabio de
vosotros es tan sólo un ser escindido, híbrido de planta y fantasma. Pero ¿os
mando yo que os convirtáis en fantasmas o en plantas?
¡Mirad, yo os
enseño el superhombre!
El superhombre es
el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido
de la tierra!
¡Yo os conjuro,
hermanos míos, permaneced fieles a la
tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son
envenenadores, lo sepan o no.
Son desperdiciadores
de vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está
cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!
En otro tiempo el
delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con él han
muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la
tierra y apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de
aquella!
En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio:
y ese desprecio era entonces lo más alto: –el alma quería el cuerpo flaco, feo
famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de la tierra.
¡Oh!, también esa
alma era flaca, fea y famélica: ¡y la crueldad era la voluptuosidad de esa
alma!
Más vosotros
también, hermanos míos, decidme: ¿qué anuncia vuestro cuerpo de vuestra alma?
¿No es vuestra alma acaso pobreza y suciedad y un lamentable bienestar?
En verdad, una
sucia corriente es el hombre. Es necesario ser un mar para poder recibir una
sucia corriente sin volverse impuro.
Mirad, yo os enseño
el superhombre: él es ese mar, en él puede sumergirse vuestro gran desprecio.
¿Cuál es la máxima
vivencia que vosotros podéis tener? La hora en que incluso vuestra felicidad se
os convierta en náusea, y eso mismo ocurra con vuestra razón y con vuestra
virtud.
La hora en que
digáis: “¡Qué importa mi felicidad! Es pobreza y suciedad y un lamentable
malestar. ¡Sin embargo, mi felicidad debería justificar incluso la
existencia!”.
La hora en que
digáis: “¡Qué importa mi razón! ¿Ansía ella el saber lo mismo que el león su
alimento? ¡Es pobreza y suciedad y un lamentable bienestar!”.
La hora que digáis:
“¡Qué importa mi justicia! No veo que yo sea un carbón ardiente. ¡Más el justo
es un carbón ardiente!”.
La hora que digáis:
“¡Qué importa mi compasión! ¿No es la compasión acaso la cruz en la que es
clavado quien ama a los hombres? Pero mi compasión no es crucifixión”.
¿Habéis hablado ya
así? ¿Habéis gritado ya así? ¡Ah, ojalá os hubiese yo oído ya gritar así!
¡No vuestro pecado
–vuestra moderación es lo que clama al cielo, vuestra mezquindad hasta en
vuestro pecado es lo que clama el cielo!
¿Dónde está ese
rayo que os lama con su lengua? ¿Dónde la demencia que habría de inocularlos?
Mirad, yo os enseño
al superhombre: ¡él es el rayo, él es esa demencia!–“.
NIETZSCHE (ASI HABLO ZARATUSTRA (Prólogo de
Zaratustra), Alianza Editorial, Madrid).
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